Trekking

Con el dinero que recolectamos entre tod@s aquí en España, llevé a todos l@s niñ@s mayores a un trekking de tres días y dos noches en unas merecidas vacaciones después de sacar tod@s muy buenas notas en los exámenes de agosto. Fuimos al Tea Garden, en Lwang Ghalel, una aldea de cultura Gurung. Se divirtieron mucho, hicieron mucho ejercicio y fue además muy educativo.


La mañana que salíamos la casa era un carnaval de alegría. Tod@s se habían vestido con una mezcla de su mejor ropa y deportivos. Repartieron un par de calcetines nuevos para cada niñ@ y sacaron su ropa más especial. Los chicos parecían estrellas del fútbol, con ropa deportiva como nueva, gafas de sol y gorras superfashion. Incluso sacaron unos relojes digitales que les habían regalado hace tiempo y tenían guardados. Las niñas nerviosas, no sabían que ponerse para la ocasión, probándose distintos modelitos entre sus mejores ropas. Al final las animé a ponerse pantalones cortos. ¡Era la primera vez que se ponían pantalones cortos! Se mostraban y se escondían entre risitas ruborizadas y emocionadas. Por supuesto, para una ocasión tan especial, combinaron sus pantalones de exploradoras con sus mejores camisetas, con volantitos y brillantes. Gracias a una visita de una extranjera días antes, que les regaló tres pares de deportivas de su hijo a los niños de Rainbow, rebuscando entre los armarios conseguimos reunir zapatos de trekking para tod@s, pues el día a día van en chanclas o con los zapatos del colegio. En realidad, algunos llevaban buenos zapatos de trekking, otros chanclas de trekking y otros zapatos y chanclas no tan buenos, como imitaciones de las AllStar. Pero no parecía importarles y a los que les tocaban peores zapatos lo asumían sin envidias ni comparaciones. En definitiva esa mañana la casa parecía un pase de modelos de una divertida combinación de atuendos que se mostraban entre el humor y las risas, y un aire presumido y coqueto.



Los niños a la izquierda y las niñas a la derecha caminando el trekking con sus atuendos deportivos.

A las once de la mañana nos metimos todos en un jeep apretujados, saltando con los baches y emocionados cuando el coche se metía en los ríos para cruzarlos. Al llegar al punto de partida del trekking, subimos caminando durante varias horas seguidas. L@s niñ@s se disputaban el cargar con las mochilas para demostrar su fortaleza. Había grupitos que caminaban a ritmos distintos. Algunos disfrutan del simple hecho de caminar, les encanta caminar por caminar. A otros les fastidia más el esfuerzo de caminar y están deseando alcanzar la meta para disfrutar del sitio de destino. Después de tres o cuatro horas subiendo, llegamos a una aldea donde nos enseñaron una fábrica de té. Nos enseñaron la maquinaria y nos explicaron el procedimiento desde que las cosechadoras traen las hojas verdes hasta que sale listo para ser embalado. Mientras nos enseñaban la maquinaria fuera se puso a llover el diluvio universal. Estuvimos esperando dentro de la fábrica a que escampara durante más de media hora, pero seguía lloviendo con la misma intensidad, así que bajo paraguas y chubasqueros corrimos hasta la casa donde nos íbamos a hospedar. Como éramos tantos, nos dividieron en dos casas. Las chicas en una casa, y los chicos en otra. Después de cenar, pasamos una tarde casera jugando a cantar y bailar por turnos algunos bailes nepalís. Dormimos por parejas en camas individuales, y algunas en el suelo con esterillas. Las niñas estaban muy emocionadas disputando quienes dormían todas juntas en el suelo.
La fábrica de té, donde se secan las hojas que se recolectan.
La aldea donde dormimos la primera noche.
Los niños desayunando en la casa en la que se hospedaron, diferente a la de las niñas.

Al día siguiente nos levantamos muy pronto para retomar el camino que no pudimos hacer la tarde anterior debido a la lluvia. Subimos varias horas más hasta la cima de la montaña con unas vistas preciosas del amanecer y los valles de ríos que recorreríamos el segundo día. Durante este camino l@s niñ@s tuvimos que batir con las sanguijuelas, que algunas de las niñas tenían especial miedo, y algunos de los niños las cogían con la mano para asustarlas. Pero que sin embargo, hizo que el grupo fuera más deprisa y llegáramos pronto a la cima. Luego nos adentramos por los campos de arbusto de té que había por toda la ladera, haciéndonos muchas fotos metidos entre los arbustos. Y finalmente bajamos de nuevo a la aldea por la parte sin escaleras, pura naturaleza salvaje, aventurándonos los resbalones de la tierra y a caernos tropecientas veces de culo. Creo que l@s niñ@s disfrutaron como enanos esto. Yo creo que he perdido ya mi espíritu infantil para estas cosas, porque sólo deseaba llegar sana y salva abajo, harta de pegar culazos.
A la izquierda, las vistas del valle y el río que luego al bajar recorreríamos a lo largo de todo el segundo día.
Foto de grupo en la cumbre de nuestro trekking.
Paseando por los campos de té, entre los mismísimos arbustos de té.

Al llegar a la aldea nos dieron de comer y emprendimos el camino de nuevo. Bajamos deshiciendo lo que habíamos subido para llegar hasta la aldea y caminamos durante gran parte del día por la llanura del valle. Era un camino con un paisaje precioso, junto al río, entre montañas en las que se veían caer cataratas, y pasando por pequeñas aldeas. Este camino era también más agradable para tod@s porque no era tan duro, era como un paseo largo pero amable. Era especialmente divertido cuando había que cruzar un río. Entonces nos quitábamos los zapatos, nos remangábamos los pantalones y por parejas nos ayudábamos a cruzar con cuidado. Era muy agradable sentir el frío del agua, entrar en contacto con la tierra. Tanto que muchos continuaron el camino descalzos, sintiendo la tierra húmeda y las piedras como un masaje en las plantas de los pies, y chapoteando en los ríos y charcos que se nos iban cruzando. Vimos hermosas mariposas enormes, peces y muchas plantas que llamaban la atención de l@s niñ@s. Incluso una cabritilla que algunos pudieron coger en brazos. Cruzamos largos puentes colgantes que a unos divertía balanceándose y a otros les daba vértigo. Paramos varias veces a comer por el camino de las provisiones que llevábamos. A decir verdad, íbamos tan bien provistos que comíamos como reyes, con frutos secos, galletas y chocolatinas que l@s niñ@s disfrutaban mucho porque en su día a día no comen esas cosas, pues son como caprichos.
Ashis con una cabritilla que encontramos por el camino en una de las aldeas.
Una de las veces que cruzabamos el río, arremangandonos los pantalones y con los zapatos en la mano.

amos ascendiendo varias horas al final de la tarde, pero el atardecer nos acechaba y tuvimos que quedarnos en una aldea a una hora de nuestro destino final, debido al retraso de la lluvia del primer día y que el grupo iba a un ritmo lento. Así que el guía improvisó un hospedaje, de nuevo divididos en dos casas por género. Mientras esperábamos la cena l@s niñ@s exploraron los alrededores y jugaron con otros niños de la aldea en el recinto de un colegio cerrado. L@s niñ@s alucinaron al encontrarse con una anciana que por lo visto tiene un significado especial de la cultura tradicional nepalí, casi como un personaje mágico, y que hoy en día ya no se ve. Realmente impresionaba la densidad de su mirada, su figura inmóvil, fumando. Las niñas dijeron que la vieron llorando.

El tercer día por la mañana volvimos a madrugar y fuimos a visitar una presa de agua, así como las inmensas cañerías que llevan el agua helada de las montañas. Volvimos pronto a casa porque l@s niñ@s estaban cansad@s y debían reponer fuerzas porque después de comer nos quedaba un largo camino de vuelta. Tras todo un día de camino de descenso, cansados, cuando llegamos al punto en el que debía recogernos el jeep de vuelta a casa, no estaba. Había una huelga que les impedía llegar. Durante la espera l@s niñ@s exploraron los alrededores, por una planta eléctrica abandonada, subiendo a viejas grúas y curioseando los antiguos mecanismos. Tras una hora de espera decidimos seguir caminando, agotados, sin saber si llegaría el jeep o tendríamos que pasar la noche en la aldea a la que subimos el primer día. Pero tuvimos suerte y el jeep llegó para recogernos por el camino. Esa noche todos l@s niñ@s cogieron la cama con muchas ganas, se quedaron dormidos al instante y tuvieron un sueño profundo.

Jugando en un camión abandonado en una antigua planta eléctrica, mientras esperábamos el jeep de vuelta.

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